
28 de septiembre: diez días con mi tercera neumonía. La tos resulta agotadora y me provoca unos mareos divertidos. Trato entonces de no reírme de mí mismo, pues la risa convoca de nuevo a la tos y esta reclama de inmediato a la risa. El resultado es una pasión circular incontenible. Tos y risa se hacen amantes en esta oscura habitación de mi cuerpo. Desde luego, sabemos que lo suyo será efímero, pues si logro restablecerme tendrán que separarse, y si no —me apena decirlo—, morirán conmigo.