
En 1871, en una famosa carta dirigida a su buen amigo Paul Demeny, Arthur Rimbaud resumió una de las tantas estrategias de los enemigos de la muerte diciendo: “ Je est un autre ” : “Yo soy un otro” o, simplemente, “Yo soy otro”. Otro tanto había escrito en 1855 Whitman, celebrando la ocurrencia: “I am large, I contain multitudes”. La idea resultaba ingeniosa y se proponía confundir a la muerte. Por desgracia, esta siempre ha sido corta de entendimiento y tiene mala vista, de modo que, por las dudas, para no errar, hasta ahora se lleva consigo al yo con todos sus yos, incluyendo al mismo tiempo a sus escondidas multitudes. Como era de suponer, la situación ha originado una rebelión de los otros, que afirman no tener ninguna comunicación con el yo ni con sus semejantes y consideran una afrenta que se les haya involucrado sin previa consulta. En este punto, qué le vamos a hacer, y pese a sus lazos de parentesco con ambos bandos, se espera una reacción semejante de las multitudes para contrariedad del yo. Pero la discusión, afortunadamente, siempre termina en el mismo saco donde la muerte, harta de tanta barahúnda, mete a todo este estúpido gentío para sentirse en paz.